¡Hola a todos!
Hoy os traigo un post para los más curiosos. Seguro que todos sabéis que «el perro proviene del lobo», pero ¿te has preguntado como llegó el lobo a convertirse en un perro doméstico?
Hay un autor que merece un homenaje (póstumo) en este blog, se trata de Raymond Coppinger. La hipótesis más aceptada actualmente sobre cómo los perros llegaron a ser compañeros de los núcleos de población antiguos es suya. Un trabajo de más de tres décadas que plasmó en ensayos y en un libro que os recomiendo leer en cuanto tengáis la oportunidad: «Perros: Una nueva interpretación sobre su origen, comportamiento y evolución»
Antes de los Coppinger, la visión Darwiniana
Charles Darwin, de origen británico y nacido en Shrewsbury (Gales) a principios del siglo XIX, era descendiente del médico Robert Darwin, y nieto de uno de los pioneros del evolucionismo, su abuelo Erasmus. Este científico naturalista con apenas 16 años se traslada para estudiar en la Escuela de Medicina de la Universidad de Edimburgo.
En aquella época las corrientes religiosas interpretaban la Biblia de forma literal; de estas interpretaciones se nutrían los fundamentos del creacionismo que atribuían a un ser divino el origen de la vida.
En este contexto social y religioso Darwin, elegido como naturalista, se embarca a bordo del Beagle en una expedición destinada a cartografiar medio mundo. Aquél viaje le permitiría abordar estudios naturales como el de las tortugas de las islas Galápago; visita, además, Tahití, Nueva Zelanda, Australia, Tasmania y las islas Cocos.
Ante la diversidad que contempló, apreció de la posibilidad de que existiera emparentamiento entre algunas de las especies de las diferentes islas; sería esta idea el germen de la contracorriente creacionista cuyo fundamento fue la hipótesis de que las especies podían no ser inmutables.
Desde esta perspectiva se va fraguando su teoría de la evolución, que plasmó en el libro “El origen de las especies” que, no libre de controversias, fue finalmente publicado en 1859.
La teoría de Darwin se apoyaba en la existencia de un mecanismo evolutivo mediante el que los individuos de una especie más adaptados a su entorno sobreviven y se reproducen. Esta selección natural contribuiría, por tanto, al conjunto de cambios que experimentan los ejemplares de una especie a través de las siguientes generaciones, lo que conocemos como evolución.
La selección natural produce casi inevitablemente gran extinción de formas de vida menos perfeccionadas y conduce a la divergencia de caracteres”. [Charles Darwin. El origen de las especies]
Darwin utilizó un paralelismo entre la selección natural y la selección artificial para ayudarse con los perros a apoyar su teoría evolucionista; el hombre, en la selección de los mejores ejemplares para reproducción, dentro de la misma especie, interviene en los cambios producidos en la descendencia de los mismos.
Así planteó que a través de la selección de los individuos más sociables se obtienen descendientes con niveles más bajos de instintos extremos que facilitaban la convivencia en los núcleos de población y, varias generaciones después, habrían conducido al perro actual; aquellos instintos no necesarios para la subsistencia habrían desaparecido; ese proceso de aproximación a los humanos daría lugar a cambios en las características morfológicas, fisiológicas e incluso de comportamiento, fenómeno que se conoció como “síndrome de domesticación”.
Hipótesis de los Coppinger
Diferente conclusión sobre el origen del perro aporta Raymond Coppinger, Doctor en Biología por la Universidad de Massachussets (Estados Unidos). Se unió al equipo fundacional del Hampshire College en 1969, en el que fue profesor de Biología.
Sus primeros estudios los realizó como conductor de trineos, desarrollando un nuevo tipo de perro de trineo más rápido y eficiente. Dirigió su atención también hacia los perros de asistencia, proporcionando una visión muy especializada de las vivencias de los perros que facilitan la vida de las personas con necesidades especiales. Publicó muchos artículos de investigación y varios libros. En su último libro «Perros: Una nueva interpretación sobre su origen, comportamiento y evolución», escrito en 2001 junto a su mujer, Lorna, desarrolla una nueva perspectiva sobre su origen.
Para Coppinger el origen del perro se ubica hace 15.000 años, cuando en la Edad de Piedra los asentamientos de los hombres permitían a los lobos satisfacer la hambruna cuando no tenían posibilidades de cazar. Los lobos más confiados se acercaban más a los restos de alimentos de los hombres y por tanto tenían más probabilidades de acceder a la comida. La consecuencia de esta aproximación fue que esos lobos fueron perdiendo interés y autonomía para la caza y se fueron adaptando al nuevo entorno.
Los lobos establecieron, por tanto, un tipo de relación muy concreta con los humanos; al principio para aquellos el beneficio era la comida, toleraban la presencia de los humanos y para los humanos la presencia de los lobos resultaba indiferente, puesto que los menos huidizos eran a la vez los que menos probabilidades presentaban de atacar al hombre.
De esta relación indiferente ambas especies evolucionan hacia una simbiosis, una relación beneficiosa para ambas partes: el lobo sigue a los humanos y se alimenta, y se cree que los lobos seguían el rastro de las presas y alertaban a los humanos de la presencia de otros depredadores. Dejaron de ser lobos para convertirse en perros. Con posterioridad una selección inducida por el hombre (ahora ya si), más o menos intencionada, iniciaría el proceso de desarrollo de las “razas”.
Para Finalizar
Espero que os haya gustado este post. No me quiero despedir sin recomendarte una vez más que leas el libro de los Coppinger, ¡es adictivo!
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Un fuerte abrazo, Javier Martínez.
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